La mulita cúbica

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Este dibujo hecho en 2014 pertenece al capítulo séptimo del libro Los chepiques. La técnica es tinta y acrílico sobre lienzo, y está expuesto en el microespacio Minusculario junto a otros originales. Aquí algunos detalles que no había publicado antes:

En el libro, la imagen de la mulita cúbica está junto a la fábula que cuenta su historia, que es ésta:


Ocurrió cierta vez entre las mulitas de la región del litoral un nacimiento excepcional: un ejemplar cuyo caparazón tenía características únicas, nunca vistas. En general esa parte del cuerpo es bastante dura y tiende a una forma curva. Estas cualidades son aprovechadas para curvarse aún más en caso de un ataque externo, semejándose a un escudo redondeado. La mulita peculiar tenía una inusual flexibilidad tanto en sus partes blandas como en sus partes duras. En la época en que vino al mundo, existía desde hacía varios años en la población una preocupación estética: la inclinación a componer la esfera perfecta. Este mandato era de suma importancia en las relaciones sociales de los peludos. Adoraban el círculo con fervor.
Construían grandes pendientes para corroborar la perfección de sus redondeces, admiraban a los más lisos y despreciaban a los ovalados. Crearon incluso un sistema de competencias en el que los jugadores rebotaban entre sí violentamente empujados por individuos especialmente entrenados para el caso. Los torneos terminaban con muchos ejemplares muertos o heridos, pero los vencedores obtenían reconocimiento y autoridad.
El nacimiento de un tatú con caparazón maleable, cosa inaudita, alteró los ánimos y dividió las opiniones. Este ejemplar podía lograr la mayor perfección esférica, a tal punto que ni su hocico ni su cola sobresalían. Saltaba a la vista su excelencia, que desperdiciaba en paseos nocturnos o juegos solitarios. Nunca aceptó presentarse a las competencias. Esto molestaba a la mayoría, que lo despreciaba aún más que a los oblongos.
Pero los caprichos del tatú virtuoso se multiplicaron: comenzó a ensayar las formas más variadas. Demostró aptitudes para el dodecaedro, se jactó de la prolijidad de un cono, ostentó una pirámide que invertía para el escándalo de las señoritas y finalmente exasperó los ánimos con el cubo. Esta era la forma que mayor agravio provocaba al gusto de la mayoría. La obstinación por perseverar en esta figura le valió el mote de “mulita cúbica”. Su porfía comenzaba a contagiar a las nuevas generaciones: se daban casos alarmantes de medias esferas y algún que otro prisma redondeado. La situación colmó la paciencia de los poderosos, quienes invocando su título de campeones indiscutidos de los torneos, expulsaron a la mulita cúbica de la comunidad. Unos pocos ejemplares jóvenes quisieron seguirla, pero fueron reprimidos a golpe de bola.
La última vez que se la vio en actividad con su forma cúbica en el esplendor de su madurez fue en un apartado vallecito de sombras, rodeada de un selecto grupo de pequeñísimos cubos que eran, apuntaba Mirgutis, evolucionados bichos bolita.